03 Nov La cara más desconocida de la infidelidad
Me gustaría dar mi visión sobre la infidelidad y, más concretamente, sobre la persona infiel. Quiero dejar claro, desde ya, que no es la visión de Emma, ni la visión de una mujer casada y con una hija, sino la visión de una profesional del campo de la psicología y el life coach que, a menudo, en muchas de las sesiones que llevo a cabo, tiene que lidiar con el tema de la infidelidad, a veces desde una parte y otras desde la contraria.
A priori, puede parecer que una infidelidad sexual (no emocional), sólo conlleva sensaciones positivas y de placer, pero nada más lejos de la realidad. Otra equivocación común es pensar que las personas que optan por esta vía son manipuladoras, insensibles, mentirosas y sin corazón. Yo, voy a intentar tratar este tema tan delicado de un modo empático y objetivo para que seamos capaces de entender reacciones “amorosas” que hoy en día, por suerte o por desgracia, son bastantes habituales.
Reflexionando sobre los casos que atiendo en la consulta, destacaría varias causas que llevan a las personas a cometer infidelidades; no voy a entrar a tratar cuál sería el perfil de aquellas persona que podemos llamar “de naturaleza infiel” dado que no suelen acudir a una terapia psicológica porque se sienten muy bien teniendo relaciones esporádicas de un modo paralelo a su relación de pareja, sin ningún tipo de remordimiento.
En este artículo me quiero centrar, en concreto, en esas infidelidades que ocurren con mucha frecuencia y que hacen que las personas que las practican se sientan culpables, miserables y poco orgullosas por su comportamiento, pero aun así lo necesitan hacer.
Causas de una infidelidad
Las causas que yo detecto como más frecuentes son:
- La llegada de los niños, es una de las principales causas por las que las parejas comienzan a distanciarse; las madres, generalmente, tienden a priorizar a sus hijos dejando a los maridos en un segundo plano; ellos lo sufren y se quejan, pero tampoco suelen luchar en exceso para que la situación cambie y esto se puede agudizar hasta límites insostenibles para la pareja.
- El exceso de trabajo, viajes constantes, reuniones, horarios intensos, jornadas estresantes… hacen que la pareja pueda llegar a pasar a un segundo plano; en estas ocasiones es bastante habitual que una parte de la pareja se sienta sola y desatendida.
- La falta de apetito sexual, bien sea por enfermedad física, como efecto secundario de alguna medicación,… puede llevar a que la otra parte de la pareja necesite buscar cubrir esa necesidad básica fuera de casa.
En estos tres casos, la persona infiel generalmente no tiene intención de dejar a su pareja y, por muy extraño que pueda llegar a parecer, la quiere y la necesita pero carece de la fuerza de voluntad necesaria para afrontar la situación concreta por la que está pasando; necesita cubrir una necesidad que viene arrastrando durante tiempo y no sabe cómo afrontarlo ni controlarlo.
En estos casos, las emociones que afloran son varias; principalmente, entusiasmo, deseo, culpa, desasosiego, miedo, incertidumbre, estar a la defensiva… A nivel físico, se incrementa la ansiedad y el estrés, se vuelve común el insomnio,… y a nivel comportamental, hay un mayor esfuerzo por agradar a la pareja, las mentiras son cada vez más frecuentes, se desatienden obligaciones bien familiares o bien profesionales, existe una preocupación mucho más elevada por cuidar el aspecto físico, mayor control de los dispositivos personales como pudieran ser el teléfono, tablet, ordenador… y, por supuesto, mayor celosía por la intimidad.
La cuarta causa que yo identifico, puede tener desenlaces más radicales:
- Cuando existen carencias emocionales en la pareja y la infidelidad surge por una convivencia difícil, peleas constantes, sensación de desinterés del otro, por falta de cariño, necesidad de complicidad y empatía, no sentirse querido ni valorado; este motivo es mucho más peligroso para la pareja ya que, quien se ve inmerso en esta situación, tiene muchas posibilidades y probabilidades de enamorarse de otra persona al sentirse desencantada con su actual pareja.
En estos casos, existe una culpabilidad, igual que en los anteriores, pero menos marcada; la persona que se ve en estas circunstancias y llega a este extremo, siente que ha tocado suelo, que ya no puede vivir así más y que merece volver a sentirse viva.
A mi consulta vienen personas, francamente, muy afectadas por llevar este estilo de vida y los conflictos internos que ello les genera; es fundamental, en estos casos, ser conscientes de que cuando afloran algunas de las causas que he comentado anteriormente, es momento de analizar el problema y poner soluciones.
Si ya has cruzado la línea, entonces, te recomiendo la ayuda de un experto que te ayude a definir qué quieres hacer con tu vida y marcar los pasos para volver a encontrarte bien contig@ mism@ pues, es muy probable que tú sol@, no seas capaz de reconducir la situación.
Si hay algo que he aprendido en estos años de profesión es que no debemos de juzgar, ni criticar, ni castigar al infiel, ni a nadie, por los prejuicios sociales que imperan en nuestra sociedad, ni siquiera por nuestras creencia religiosas, pues siempre, para todo, hay una explicación; nos guste o no, lo aceptemos o no, pero así es y en ello es en lo que deberíamos de centrarnos. Con esto no estoy diciendo que hay que aceptar y aplaudir la infidelidad como algo normal sino que también es hora de que nos pongamos en la piel de aquella persona infiel para conocer todo lo que pasa por su mente, su corazón y su día a día.
Llegado a este punto, aquí es donde querría poner yo de manifiesto lo que vivo a menudo en la consulta; a algunas personas no les cuesta hablar de estos temas y, ya el primer día, te ponen al corriente de su vida personal; otras, en cambio, te hablan tímidamente de su infidelidad desviando, la mayoría de ellas, su mirada de la tuya y, generalmente, agachando la cabeza; es común ese sentirse avergonzad@.
A priori, esperan que los “mires mal”, que pongas una mala cara o que los vayas a recriminar como si fueran niños que se han saltado una norma social demostrando un comportamiento poco ético; se sorprenden y poco menos te agradecen que no los cuestiones, que los escuches y te esfuerces por entender y querer saber más de su situación concreta.
Fases de la terapia sobre infidelidad
Me gustaría destacar tres fases, que yo detecto, por las que se pasa en terapia al hablar de infidelidades:
La primera fase sería la de incertidumbre. No saben cómo va a reaccionar el terapeuta, hay un miedo palpable al estar contando a un desconocido su secreto mejor guardado, haciéndose totalmente vulnerable a él.
Una vez son conscientes y ven la reacción de confianza que genera el terapeuta, aparece la siguiente fase que es la de la sinceridad. Llevan un secreto fielmente guardado, generalmente desde hace tiempo, muchos nunca han hablado de ello y, por lo tanto, es la primera vez que van a liberarse de ese peso con el que están cargando.
Necesitan contar con detalle pues, como decíamos anteriormente, es posible que quizás nunca antes lo hubiesen hecho: cómo surge la historia y por qué ocurre (muchas veces se intentan excusar), así como duración de la misma, tipo de encuentros mantenidos… explayándose en todo, con todo lujo de detalle; cuanta más información trasladan, se aseguran que más los voy entender y a ayudar mejor y eso les tranquiliza; es aquí cuando empiezan las lagrimas a la vez que parte de su liberación.
La mayoría de personas que visitan mi consulta con esta problemática tienen un conflicto entre su necesidad de estar con otra persona que cubre sus necesidades y que no es su pareja y los prejuicios sociales, sentimientos de cariño, las exigencias religiosas y sus principios morales. He visto gente realmente rota por no poder asumir ni gestionar sus emociones ni su vida sentimental. Se refieren, haciendo mención a ellas, como canallas, déspotas, malas personas afirmando que se sentirían un@s desgraciad@s si perdieran a su familia pero no son capaces de controlar su vida, no porque no lo intenten sino porque no saben cómo hacerlo, de ahí que pidan la ayuda de un profesional.
La última fase, desde mi punto de vista, sería la emocional. Expresan cómo se sienten con la decisión que han tomado, cómo se sienten pensando en su pareja, cómo se sienten pensando en sus hijos, cómo se sienten pensando en su amante,… aunque pocas veces te cuentan cómo se sienten pensando en ellos. He estado con gente francamente frustrada por ello, incapaces de abandonar, personas con carencias emocionales marcadas, muy sensibles, cuya necesidad ha podido más que sus principios o religión y que romper con sus valores les ha hecho perder su identidad.
Me gustaría que reflexionaras de un modo objetivo sobre las siguientes preguntas que, a continuación, te quiero plantear:
¿Son las personas que cometen infidelidades malas personas? ¿L@s infieles no quieren a sus parejas? ¿L@s infieles nos piensan en sus hijos? ¿Una persona infiel no piensa en el daño que provoca a su entorno? ¿Un infiel no tiene ni valores ni principios? Una persona que inicia una infidelidad, ¿solo busca placer? Una persona religiosa, ¿nunca será infiel? Y por último, una persona infiel, ¿es un golfo o golfa que no sufre? Te aseguro que si pudieras mirar con las lentes del terapeuta, te sorprenderías.
Hoy, con este post, solo pretendo poner al descubierto la parte más desconocida de esas infidelidades en donde la persona necesita cometerla, aún sabiendo que está mal, sintiéndose culpable, miserable y poco orgullosa por su comportamiento porque, como decíamos anteriormente, no todo es placer; detrás de una infidelidad, con frecuencia, hay una infelicidad latente.
Recuerda que cada persona que vemos, con la que nos relacionamos, está luchando una batalla de la que nada sabemos y, por lo tanto, juzgar sin más es uno de los mayores errores que podríamos cometer.
Francisco
Posted at 18:14h, 16 septiembreMe parece una reflexión fantastica, además me identifico plenamente con el examen que realizas. Por mi parte, me encuentro, a mis 50 años en una situación parecida. No he cometido la infidelidad, pero hubiera estado dispuesto a ello. Tras una situación personal y profesional complicada, conocí en Zamora, donde vivo, a una psicóloga valenciana que estaba haciendo prácticas en esta ciudad, de la que me he enamorado perdidamente. Recientemente se volvió a su tierra, Valencia, y ello me ha supuesto una crisis mayor. He intentado contactar con ella, pero no he obtenido respuesta por su parte. En los últimos cuatro meses he realizado 3 viajes a Valencia y he pasado mis vacaciones allí con la esperanza de verla. Hasta el punto de que estoy buscando trabajo en Valencia y estoy dispuesto a trasladarme a Valencia, ya no sé si por ella, que no me hace caso, o por mí mismo. La situación es complicada y aunque lo estoy tratando con una psicóloga aquí en Zamora, no logro quitarme de la cabeza a Ana, la psicóloga de Valencia, de la que por otra parte, no quiero olvidarme. Perdón por la chapa y gracias por tus comentarios.
Fionari
Posted at 01:35h, 10 noviembreEstoy de acuerdo, es una de las mejores reflexiones que podemos encontrar en internet.